Resumen: Uno de los principales problemas de las democracias de la “tercera ola” era la confianza en las instituciones políticas del Estado luego de décadas de volatilidad política, ingobernabilidad económica e inestabilidad gubernamental. Las mismas, en muchos casos, venían condicionadas por la necesidad de incorporar a contingentes de millones de electores, los cuales votaban por primera vez en elecciones libres luego de años de dictadura, careciendo de cualquier vínculo cultural con las instituciones participativas. En paralelo, las alteraciones en la dinámica partidaria implicaron nuevos consensos que forjaron reformas electorales cuyos alcances se vieron condicionados a los intereses de los actores reglados por la legislación. El presente artículo se centrará en el proceso de reforma electoral, sus determinantes y su especial impacto en los esquemas y estructuras destinadas a gerenciar la administración de los procesos electorales. Dicho análisis se basará en un examen de un caso de democracia compleja, masiva y reciente como la de Filipinas, la cual ha llevado adelante un proceso de informatización total de su gestión electoral. Por otra parte, en el espacio de los últimos 20 años, Filipinas ha reformado sustancialmente su legislación en materia electoral. El trabajo apunta a trazar un balance crítico, al cumplirse 10 años de aplicación del voto electrónico, de avances y saldos pendientes en materia de integridad electoral, a manera de estimar criterios básicos de aplicación para la incorporación de tecnología a lo electoral que sea referencia para democracias con problemáticas institucionales y complejidades sociales similares al caso filipino.
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